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Ayer me acerqué en la Tatoo Convention en Katmandú. Siempre me ha interesado la cultura Tatoo y pensé que el destino exótico le añadía morbo a la cosa. Llegué a las 10 de la mañana, mediodía para mí, tras un periplo fotográfico desde las 4 de la mañana..Empecé a calentar motores. Una conversación con un tatuado. Otra con un tatuador. Al poco tiempo, una pantorrilla tatuada (de hombre por cierto) me llamó poderosamente la atención. No pude resistirme y pido permiso a su dueño para fotografiarla. El propietario me mira sonriendo: "¿No eras tú el que estaba sentado el otro día, al lado mío, en Boudntah, en el templo Budista, arriba rezando?".
Consiguió que le mirase a la cara. Reconozco que hasta ese momento, para mí, la única parte interesante era la más cercana a su pié.
- "Sí -contesté- lo cierto es que estábamos solos. ¡Menudo donativo soltaste a los monjes! ¡No tuve más remedio que seguirte!" (lo cierto es que el donativo me hizo ganar algún que otro amigo monje para futuras ocasiones).
Jae, que así se llama el tatuado tatuador, es de California. De vez en cuando viaja a convenciones Tatoo a conocer mundo. Además, eventualmente le encargan un tatuaje lo que le permite reducir costes. Es la segunda vez que está en Nepal. Gracias a Jae conocí a la mitad de los expositores-tatuadores. Una mañana espléndida.
Una punkie rapada-tatuada con un par de mechones -uno negro, otro rojo- aislados sobre su cráneo. Pelirroja. Simpática. Unos veinticinco años. Hablamos en inglés, para pasar al húngaro... y luego al francés. Resulta que la punkie-rapada-tatuada es húngara, pero vive en Estados Unidos y fué educada en Francia. Casi lo mismo que yo, aunque mi escaso pelo es castaño, no llevo tatuaje (y mira que me tienta la cosa) y, por el momento no soy Punkie.
De allí pasé a un español de Barcelona, que se llama Jhon (así como suena, en inglés). Hablamos y le pregunto qué tal lleva ser catalán, tatuado y llamarse Jhon. Me explica que su padre siempre había querido llamarle así pero que el Registro Civil no lo permitía. Pasado un tiempo, al liberalizarse la cosa, optaron por cambiar el nombre.
Cosas de la vida en una convención Tatoo, en Katmandú..