Como fotografiar a un perfecto desconocido

Cómo Fotografiar a un Perfecto Desconocido

(Artículo publicado en Fotógrafo Digital)

Es difícil hacer fotos a personas si no estableces una primera  relación con ellas.  A  lo largo de viajes a zonas escasamente frecuentadas, la necesidad te va enseñando a manejar el lenguaje gestual y crear silenciosos códigos de relación. Algunos de ellos se han revelado  determinantes a la hora de planear la fotografía de viaje en las  Expediciones  Fotográficas Nomad.
Un truco de magia es suficiente a veces para romper el hielo y transformar la atmósfera. Una mirada directa a los ojos.  Coger  la mano tendida de un extraño, ofrecer una  sonrisa y un  té en un tugurio perdido, son argumentos definitivos. Si añades a todo ello tres o cuatro palabras de dialecto local, ya tienes  el bagaje inicial de todo buen fotógrafo de viaje.

Rabari en Zainabad. Antes del té.
Algo de magia.-  Extraordinario instrumento diplomático para romper barreras culturales. 
Las cinco de la mañana, en Yangon, Birmania. Paseando por azar frente  a un monasterio  budista.  Un enorme y oscuro  portalón.  Mientras mis ojos buscan en el interior se produce un intercambio de miradas con una monja budista, cráneo enteramente rasurado,  quien, sorprendentemente,  me invita a entrar. Siguiéndola sin mediar palabra a través de pasillos llego hasta una inmensa sala en la que un monje... (sigue..)
principal, sentado en lo alto de un pequeño poyete, con cara de pocos amigos , está preparando el desayuno. Aparezco en medio de la sala sin haber sido invitado. Nunca me había sentido tan en medio de una situación incómoda. Nos miramos los tres en tenso silencio. Cruzan un par de palabras. No hablo birmano, ellos tampoco inglés. Sin una palabra, entrego mi cámara a la monja al tiempo que me acerco al monje con una moneda en la mano derecha extendida y abierta. Larga pausa, se miran expectantes. Con gesto teatral introduzco la moneda en la boca, hago ademán de tragarla. Enseño la boca abierta  demostrando que la moneda no está y ¡me la saco por la nariz! El malencarado monje cambia la expresión, se golpea fuertemente la frente con la mano derecha y rompe a reír a carcajadas. ¡En un cambio de ambiente sorprendente el monje me arrastró por los diferentes cuartos del monasterio mientras iba despertando a los demás para que fueran fotografiados por el mago-fotógrafo!


Mirar a los ojos.- Fija y tranquilamente. Es algo que lo occidentales no solemos hacer.
Para nosotros, en ocasiones la mirada directa supone un desafío, una provocación. En la India y especialmente las zonas rurales, se “lee” textualmente la mirada. De tal manera que a veces, sin hablar el idioma ni lengua franca alguna, todo queda dicho con una mirada.

Coger la mano de un extraño.- No te asustes.
Recuerdo que un fotógrafo viajero británico con el que hice amistad en medio de un desierto  comentaba -viendo mis fotografías- que le parecía arriesgado hacerlas tal y como yo lo hacía, a corta distancia, con un 24mm. Le contesté que estaba dispuesto a correr el riesgo de un “güer-ar-iufrom“.
En las zonas rurales, muy a menudo, si estás solo se te aproxima alguien a la distancia que invade tu intimidad, te tiende la mano brusca y sorpresivamente al tiempo que te lanza un “How are you, were are you from“. El occidental asustado suele pegar un respingo. El truco está en aceptar la mano extraña.
Es lo básico, lo aprendido en la escuela para establecer contacto con el extranjero. Suele ser el inicio de una conversación, algo ciertamente abrupto, y un modo -barato para la mayoría- de aprender Inglés, idioma que para ellos supone la puerta del ascenso económico y social.

Sonreir.- En casi todos los países suele ayudar.  En la India, mirando a los ojos, más aún.
Especialmente cuando las cosas fallan y todo parece que sale mal: la reserva no aparece, te han dejado tirado en mitad de la nada o alguien se ha enfadado ante un malentendido. Los gritos son considerados de mala educación y el enfado aparente, unido al griterío, solo va a incrementar la confusión de la otra parte. Muchísimos problemas se solucionan con una sonrisa y buenas palabras en circunstancias difíciles. Cuando la cosa se complica, y se trata de una autoridad menor, a veces una pequeña sugerencia económica es un perfecto refuerzo para la sonrisa.

Cruzar del otro lado. Si el otro lado es de difícil acceso o cuesta arriba, mejor.
Los turistas suelen ir del lado de la mayor comodidad y confort. Lo más cotidiano y habitual se va a encontrar allí. Las agencias organizan todo a la menor distancia posible y con el mejor acceso: es mucho más barato y menos problemático… para ellos. Cuanto más te alejes de lo accesible, de lo cómodo, mayores serán las oportunidades de encontrarte con algo auténtico. Cruza siempre del otro lado.

Tomarte un té. Si es posible solo, en un sitio donde no haya turistas. Sal de tu nivel de confort.
Recuerdo un episodio en un tugurio infecto en Kawda, Gujarat. Lo cuento en el blog Nomad. Puedes pasar, en menos de diez minutos, de un “No camera, No foto” a la camaradería con los lugareños. El té, en todas las culturas, es lo primero que se le ofrece a un forastero para establecer la relación. Cuanto menos previsible sea su presencia en el lugar, más va a atraer la atención junto a la curiosidad de los tertulianos. SI lo hace bien, es el anzuelo perfecto para aprovechar el interés  de la gente con lo menos conocido.

Aprender unas palabras de dialecto Gujaratí.- Un primer saludo en el dialecto local y alguna “muleta” como “Abajú” (por ahí) o ” Sida, sida” (recto, recto) hacen auténticas maravillas.
Si la primera impresión es importante, pocas cosas provocan más simpatía que el interés demostrado por un forastero hacia la cultura local. La vestimenta y el gesto primero. El idioma después. Lo cierto es que si la vestimenta delata el origen, el idioma orienta sobre nuestras primeras intenciones.